Salud Mental en el Trabajo: Porque las Personas Importan.
- Víctor Martín González Olivares
- 10 oct
- 6 Min. de lectura
Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para visibilizar los desafíos en torno al bienestar psicológico y promover acciones que favorezcan una vida digna y saludable para todas las personas.
El llamado es claro: "Es tiempo de priorizar la salud mental en el lugar de trabajo" (OPS). Este mensaje resuena especialmente en el ámbito de la inclusión y la responsabilidad social corporativa (RSC), donde las empresas tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de generar entornos que protejan, promuevan y apoyen la salud mental de sus colaboradores.
La salud mental como parte de la inclusión laboral.

Hablar de inclusión en el trabajo no se limita a reconocer la diversidad en términos de género, edad, discapidad o contexto sociocultural. También implica crear condiciones que garanticen igualdad de oportunidades para quienes enfrentan retos de salud mental.
De acuerdo con la OMS, más del 15 % de los adultos en edad laboral viven con algún trastorno mental (OMS). Sin embargo, en muchos casos estas personas se enfrentan a estigma, discriminación y exclusión en sus entornos profesionales. Esta realidad representa no solo una pérdida de talento para las organizaciones, sino también una barrera significativa para el desarrollo personal y profesional de millones de trabajadores en todo el mundo.
La salud mental no es un tema aislado o secundario; es una dimensión fundamental del bienestar humano que afecta directamente la capacidad de las personas para desenvolverse, relacionarse y contribuir en sus lugares de trabajo. Ignorar esta realidad perpetúa ciclos de desigualdad y limita el potencial tanto individual como colectivo.
¿Qué significa incluir la salud mental en las políticas de diversidad y RSC?
Incluir la salud mental en las estrategias corporativas significa ir más allá de las declaraciones de buenas intenciones. Implica acciones concretas y sostenidas que transformen la cultura organizacional:
Reconocerla como parte de la salud integral: La salud mental no es menos importante que la salud física. Ambas dimensiones están interconectadas y merecen igual atención en las políticas empresariales.
Adaptar los puestos y tareas cuando sea necesario: Garantizar ajustes razonables que permitan a las personas con condiciones de salud mental desempeñarse plenamente. Esto puede incluir horarios flexibles, redistribución de cargas de trabajo o espacios de descanso adecuados.
Promover una cultura libre de estigmas y juicios: Crear un ambiente donde las personas se sientan seguras para hablar sobre su salud mental sin temor a represalias, burlas o discriminación.
Escuchar activamente a las personas trabajadoras: Fomentar canales de comunicación abiertos donde los colaboradores puedan expresar sus necesidades y preocupaciones sin que esto afecte su estabilidad laboral.
Capacitar constantemente: Invertir en programas de sensibilización que ayuden a todos los niveles de la organización a comprender mejor los desafíos de salud mental y cómo apoyar a sus compañeros.
De este modo, una empresa no solo protege a su talento, sino que contribuye a una sociedad más justa e inclusiva, demostrando que el éxito empresarial y el bienestar humano no son conceptos opuestos, sino complementarios.
Salud mental y Responsabilidad Social Corporativa: más allá del bienestar individual.
La responsabilidad social corporativa entiende que las empresas no son solo generadoras de riqueza, sino también actores sociales con un impacto directo en la vida de las personas, sus familias y comunidades. Cuidar la salud mental de los trabajadores no es un beneficio opcional ni una moda pasajera, es una acción estratégica que genera valor compartido:
1. Refuerza la sostenibilidad organizacional.
La OPS recuerda que los problemas de salud mental tienen un alto costo en productividad y rotación de personal. Se estima que la depresión y la ansiedad generan cada año pérdidas equivalentes a 1 billón de dólares en la economía mundial (OMS). Estas cifras no solo reflejan ausentismo o baja productividad, sino también el costo de reemplazar talento, capacitar nuevos empleados y enfrentar demandas legales por ambientes laborales tóxicos.
Por el contrario, las empresas que invierten en salud mental reportan mejoras significativas en el compromiso de sus empleados, reducción en las tasas de rotación y un clima laboral más positivo que favorece la innovación y la colaboración.
2. Construye reputación y confianza.
En un mundo cada vez más consciente y conectado, las empresas que integran la salud mental en sus estrategias de RSC son percibidas como responsables, humanas y alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), particularmente el ODS 3 (salud y bienestar) y el ODS 8 (trabajo decente).
Los consumidores, inversionistas y colaboradores actuales valoran cada vez más a las organizaciones que demuestran un compromiso genuino con el bienestar de sus empleados. Esta reputación se traduce en ventajas competitivas, mayor atracción de talento y fidelización de clientes que buscan marcas con propósito.
3. Promueve equidad e inclusión.
Al ofrecer apoyo a quienes enfrentan dificultades psicológicas, las organizaciones reducen desigualdades y fortalecen sus valores inclusivos. Esto es especialmente relevante en contextos donde ciertos grupos poblaciones —como mujeres, jóvenes, personas LGBTQ+ o trabajadores migrantes— enfrentan factores de riesgo psicosocial adicionales debido a discriminación o falta de redes de apoyo.
Una empresa que protege la salud mental de todos sus colaboradores, sin distinción, está construyendo un futuro más equitativo y demostrando que la diversidad en todas sus formas es una fortaleza, no un obstáculo.
Estrategias de inclusión y Responsabilidad Social Corporativa para fortalecer la salud mental.
Desde la perspectiva de la inclusión y la responsabilidad social corporativa, las empresas pueden impulsar acciones concretas y medibles que transformen sus entornos laborales:
Prevención de riesgos psicosociales.
Evaluar de manera sistemática factores como carga de trabajo excesiva, liderazgo autoritario, falta de reconocimiento, acoso laboral o ausencia de conciliación entre vida laboral y personal. Implementar diagnósticos periódicos permite identificar áreas de oportunidad antes de que se conviertan en crisis.
Políticas inclusivas y antidiscriminación.
Integrar la salud mental en los programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI), incluyendo protocolos claros contra el acoso, hostigamiento y discriminación. Estas políticas deben ser comunicadas ampliamente y aplicadas de manera consistente en todos los niveles de la organización.
Capacitación con enfoque humano.
Formar a líderes y equipos en gestión empática, comunicación respetuosa, reconocimiento del valor de la diversidad y primeros auxilios psicológicos. Los líderes, en particular, juegan un papel crucial en la creación de ambientes seguros donde las personas se sientan valoradas y escuchadas.
Apoyo accesible y confidencial.
Implementar programas de asistencia psicológica (PAP), redes de apoyo entre pares, líneas de atención confidencial y planes de reincorporación gradual para quienes hayan enfrentado crisis de salud mental. El acceso debe ser fácil, gratuito y completamente confidencial para eliminar barreras que impidan buscar ayuda.
Espacios de desconexión y autocuidado.
Promover pausas activas, jornadas laborales razonables, políticas de desconexión digital y espacios físicos que favorezcan el descanso y la reflexión. El bienestar mental requiere tiempo y espacio para recuperarse del estrés cotidiano.
Alianzas externas y colaboración estratégica.
Trabajar con organismos de salud, asociaciones civiles, universidades o consultorías especializadas para diseñar estrategias sostenibles, basadas en evidencia y adaptadas al contexto específico de cada organización.
Estas acciones, además de mejorar el clima laboral y la productividad, refuerzan la identidad corporativa como empresa socialmente responsable y posicionan a la organización como referente en materia de inclusión y derechos humanos.
Conclusión: un compromiso ético, social y empresarial.
El Día Mundial de la Salud Mental nos recuerda que el bienestar psicológico no es un lujo, una moda ni una iniciativa aislada. Es un derecho humano fundamental y un pilar esencial de la inclusión que debe permear todas las dimensiones de la vida laboral.
Las empresas que apuestan por cuidar la salud mental de sus colaboradores no solo elevan su productividad y competitividad, sino que también cumplen con su deber de ser espacios seguros, respetuosos, equitativos y sostenibles. En este proceso, se convierten en agentes de cambio social que contribuyen a transformar las condiciones estructurales que perpetúan la desigualdad y el sufrimiento.
En tiempos donde el trabajo representa gran parte de la vida de las personas —y donde las fronteras entre lo laboral y lo personal son cada vez más difusas—, priorizar la salud mental es un compromiso ético que trasciende los indicadores de negocio. Es un
acto de justicia, de humanidad y de visión a largo plazo.
Las organizaciones que lideran este cambio no solo están construyendo mejores lugares para trabajar, están construyendo un mundo mejor para todos.
Referencias
Instituto Nacional de Salud Pública (INSP). (2023, 9 de octubre). Es tiempo de priorizar la salud mental en el lugar de trabajo. INSP. https://www.insp.mx/avisos/s-tiempo-de-priorizar-la-salud-mental-en-el-lugar-de-trabajo
Organización Mundial de la Salud (OMS). (2022, 28 de septiembre). Salud mental en el trabajo: Nota descriptiva. WHO. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/mental-health-at-work
Organización Panamericana de la Salud (OPS). (2024). Día Mundial de la Salud Mental 2024. OPS. https://www.paho.org/es/campanas/dia-mundial-salud-mental-2024
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